El proceso de Esquipulas no sólo se ha preocupado por los urgentes problemas de la paz y la guerra. También se ha interesado por el medio ambiente, por los problemas ecológicos, por los problemas verdes de la región centroamericana.
Anne Larson
Los acuerdos de Esquipulas V en la reciente cumbre presidencial de Tela, convocan a la comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo a celebrar su primera reunión a fines de agosto, para preparar el proyecto de convenio que regule la naturaleza y funciones de esta Comisión, que iniciará así sus trabajos. Los problemas ecológicos son también urgentes, aunque no suficientemente conocidos. La perspectiva en que hoy se encuentran en Nicaragua estos problemas del medio ambiente fue una de las temáticas que priorizó en su convocatoria el II Congreso envío. El artículo de la ecologista y periodista norteamericana Anne Larson, que hoy publicamos, resultó ganador del Concurso.
La raíz de los problemas ecológicos de Nicaragua
Los problemas ambientales de Nicaragua tienen sus raíces en un sistema de explotación que empezó con el colonialismo español, continuó con el británico, se afianza bajo el imperialismo norteamericano y la dictadura somocista y aún hoy se manifiesta en el modelo económico agroexportador que han impuesto los llamados "países desarrollados" a sus vecinos, empobrecidos precisamente por ellos. Lo que pasa en Nicaragua se repite con variantes, en todos los países del Tercer Mundo. Con el triunfo de la revolución, Nicaragua salió de la órbita de la dominación norteamericana, pero tendrán que pasar muchos años para que las políticas revolucionarias puedan modificar los efectos que esta historia de dominación ha tenido sobre el medio ambiente. Las raíces son muy profundas.
Los problemas ambientales del Tercer Mundo tienen causas y consecuencias totalmente diferentes a las de los problemas ambientales del Primer Mundo. En los países ricos los problemas del medio ambiente están relacionados con la calidad de la vida. En los países empobrecidos, con la sobrevivencia de la mayoría de la población.
La producción de materias primas para los mercados del Primer Mundo es la base de la economía agroexportadora que, a su vez, tiene sus cimientos en un sistema de tenencia de la tierra y de acceso a los recursos basado en la desigualdad. El gobierno permanece aún atrapado dentro de las coordenadas de una economía agroexportadora. La infraestructura heredada, al servicio de ese modelo, el actual e injusto orden económico internacional y la crisis económica producto de la guerra contrarrevolucionaria no le permiten hallar una fácil salida.
La extensiva tala de bosques, el uso excesivo de pesticidas, la contaminación de las aguas, la erosión del suelo con la pérdida de fertilidad de la tierra, la urbanización masiva, etc. son algunos de los efectos ambientales directos e indirectos que provoca el modelo económico agroexportador, preocupado únicamente por aumentar los beneficios de grupos minoritarios o de las transnacionales e indiferente ante las consecuencias que a largo plazo esta forma de explotación pueda tener para la población y para el medio ambiente.
La herencia de este modelo es una pesada carga.
Los problemas ambientales del Tercer Mundo tienen causas y consecuencias totalmente diferentes a las de los problemas ambientales del Primer Mundo. En los países ricos los problemas del medio ambiente están relacionados con la calidad de la vida. En los países empobrecidos, con la sobrevivencia de la mayoría de la población.
La producción de materias primas para los mercados del Primer Mundo es la base de la economía agroexportadora que, a su vez, tiene sus cimientos en un sistema de tenencia de la tierra y de acceso a los recursos basado en la desigualdad. El gobierno permanece aún atrapado dentro de las coordenadas de una economía agroexportadora. La infraestructura heredada, al servicio de ese modelo, el actual e injusto orden económico internacional y la crisis económica producto de la guerra contrarrevolucionaria no le permiten hallar una fácil salida.
La extensiva tala de bosques, el uso excesivo de pesticidas, la contaminación de las aguas, la erosión del suelo con la pérdida de fertilidad de la tierra, la urbanización masiva, etc. son algunos de los efectos ambientales directos e indirectos que provoca el modelo económico agroexportador, preocupado únicamente por aumentar los beneficios de grupos minoritarios o de las transnacionales e indiferente ante las consecuencias que a largo plazo esta forma de explotación pueda tener para la población y para el medio ambiente.
La herencia de este modelo es una pesada carga.
1. La primera ley que aprobó el gobierno revolucionario sobre el medio ambiente estableció que los recursos naturales del país son propiedad del pueblo y gobierno de Nicaragua y prohibió su extracción por parte de compañías extranjeras.
2. Se creó también el Instituto de Recursos Naturales y de Medio Ambiente (IRENA) que inició una serie de políticas y programas ejemplares para proteger y restaurar el devastado medio ambiente nicaragüense.
3. El 18% del territorio nacional fue destinado para la creación de parques nacionales. Se prohibió la exportación de espacies animales en peligro de extinción. (Bajo el régimen de Somoza, Nicaragua exportaba más especies exóticas y en peligro de extinción que cualquier otro país centroamericano).
4. Se iniciaron proyectos para la conservación de los suelos, el control de las inundaciones, la repoblación forestal y la investigación en tecnologías alternativas. Se prohibieron varios de los plaguicidas más peligrosos que comúnmente se utilizaban y se empezaron a realizar programas experimentales para el control de plagas. En muchas escuelas primarias la educación ambiental se integró a la educación formal.
Algunos de estos programas continúan desarrollándose. Otros tuvieron que ser abandonados a medida que se intensificaba la guerra de los contras y era preciso dedicar más y más recursos a la defensa. Sin embargo, la creatividad, la ayuda internacional y un nuevo énfasis en la participación de la comunidad han permitido que la protección y la restauración ambiental sigan avanzando.
Algunos de estos programas continúan desarrollándose. Otros tuvieron que ser abandonados a medida que se intensificaba la guerra de los contras y era preciso dedicar más y más recursos a la defensa. Sin embargo, la creatividad, la ayuda internacional y un nuevo énfasis en la participación de la comunidad han permitido que la protección y la restauración ambiental sigan avanzando.
Destrucción de aguas, destrucción de bosques
Los problemas son enormes. Un estudio realizado en 1981 por IRENA sobre la calidad del agua en Nicaragua descubrió que el 75% de las fuentes de agua del país estaban contaminadas por residuos agrícolas, el 50% por aguas residuales y el 25% por desechos industriales altamente tóxicos. Antes de 1979, las compañías estadounidenses que explotaban las minas de oro habían arrojado a los ríos cercanos a los pueblos mineros de Bonanza, Siuna y Rosita, más de 4 mil toneladas de cianuro. Cada año, la producción del café tiene como resultado una alta contaminación de los ríos de Matagalpa y Jinotega.
Se estima que solo en la década de los 70, el 30% de los bosques nicaragüenses desapareció en parte por el saqueo de las compañías madereras transnacionales. Hoy, algunos de los bosques más "mutilados por el hacha criminal", los ubicados cerca de las áreas urbanas, continúan siendo explotados de manera alarmante a causa de la gran demanda de leña, que representa el 90% del combustible doméstico - porque es más barato - y el 25% del industrial.
Se estima que solo en la década de los 70, el 30% de los bosques nicaragüenses desapareció en parte por el saqueo de las compañías madereras transnacionales. Hoy, algunos de los bosques más "mutilados por el hacha criminal", los ubicados cerca de las áreas urbanas, continúan siendo explotados de manera alarmante a causa de la gran demanda de leña, que representa el 90% del combustible doméstico - porque es más barato - y el 25% del industrial.
Además de esta destrucción causada por los seres humanos, en octubre/88 el huracán una destruyó el 22% de todos los bosques en Nicaragua, en una faja que va desde la Costa Atlántica hasta la zona central del país. Aunque el daño ecológico y el que sufrió toda la infraestructura de la región fue muy grande, estudios recientes indican que el bosque se está regenerando de manera natural a una velocidad inesperada y expertos internacionales consideran que no será necesario tomar otras medidas que no sean la prevención y el control de posibles incendios. Aunque no se han evaluado otros daños que pudiera causar la pérdida de tan extensa cubierta forestal, no hay duda de que las inundaciones y la erosión del suelo aumentarán en toda la región que fue devastada por el huracán.
Los problemas ambientales más serios de Nicaragua se pueden localizar en tres áreas principales. En la región del Pacífico, donde el "boom" algodonero de los años 50 trajo serios daños ecológicos. En Managua, con la contaminación del Lago Xolotlán y el rápido y desordenado crecimiento de la ciudad. Y en extensas zonas de la geografía del país, donde la guerra contrarrevolucionaria promovida por los Estados Unidos ha dañado el medio ambiente con una cadena de efectos directos e indirectos.
La invasión algodonera en la costa del Pacífico
Durante los años 50, un significativo financiamiento de capital extranjero y del sistema bancario nicaragüense, hizo que el algodón reemplazara aceleradamente al café como principal rubro de exportación del país. Entre 1950 y 1973, el área de producción algodonera creció de 10 mil a 210 mil hectáreas. En 1971, Nicaragua ocupaba ya el lugar número 15 entre los productores de algodón del mundo. El rendimiento por área sembrada la colocaba entre los 5 primeros.
Antes de que llegara la invasión algodonera a las tierras del Pacífico, éstas eran muy fértiles en granos básicos (frijol, maíz y sorgo) y también había en ellas frutales y ganadería. Antes de ser devorada por el algodón, Chinandega era famosa por sus naranjas y toda esa zona estaba tapizada por bosques de madera de gran valor.
El acelerado crecimiento de la producción algodonera cambió completamente la calidad de la tierra. Para mediados de los años 60, la producción de granos básicos de los pequeños productores había descendido en más del 50% y en el 80% de las tierras cultivables del Pacífico -que representan el 40% de las cultivadas a nivel nacional- se producía algodón.
Se necesitarán muchos años sólo para lograr detener la cadena de destrucción ambiental que se inició con la invasión algodonera. Reparar los daños causados será tarea de mucho más tiempo. Esa cadena destructiva tiene varios eslabones fundamentales: la deforestación masiva, el monocultivo intensivo en grandes áreas de tierra y la introducción de plaguicidas con la creciente dependencia de estos.
Antes de que llegara la invasión algodonera a las tierras del Pacífico, éstas eran muy fértiles en granos básicos (frijol, maíz y sorgo) y también había en ellas frutales y ganadería. Antes de ser devorada por el algodón, Chinandega era famosa por sus naranjas y toda esa zona estaba tapizada por bosques de madera de gran valor.
El acelerado crecimiento de la producción algodonera cambió completamente la calidad de la tierra. Para mediados de los años 60, la producción de granos básicos de los pequeños productores había descendido en más del 50% y en el 80% de las tierras cultivables del Pacífico -que representan el 40% de las cultivadas a nivel nacional- se producía algodón.
Se necesitarán muchos años sólo para lograr detener la cadena de destrucción ambiental que se inició con la invasión algodonera. Reparar los daños causados será tarea de mucho más tiempo. Esa cadena destructiva tiene varios eslabones fundamentales: la deforestación masiva, el monocultivo intensivo en grandes áreas de tierra y la introducción de plaguicidas con la creciente dependencia de estos.
Dos plagas: deforestación y monocultivo
En busca de mayores ganancias, los grandes terratenientes destruyeron gran parte de los bosques tropicales secos de las tierras bajas para sembrar en ellas más y más algodón. Un estudio anterior a la revolución señala que la tasa de deforestación en Nicaragua es una de las más altas de Centroamérica. En los tiempos de mayor intensidad llegó a ser de 100 mil hectáreas por año.
Los pequeños productores campesinos, con pocas alternativas de sobrevivencia frente al "boom" del algodón, contribuyeron también a la destrucción de los bosques. Obligados a competir con los grandes terratenientes en la producción del algodón única cosecha que los bancos nacionales financiaban en la región del Pacífico también talaban árboles. Pero la competencia era muy desigual y al final de la cosecha, como no podían pagar sus deudas, tenían que ceder sus tierras fértiles al banco, quedándoles dos opciones: trabajar como jornaleros agrícolas en las grandes plantaciones o emigrar en busca de nuevas tierras. Los campesinos que optaron por esto empezaron la expansión de la llamada "frontera agrícola". Otros se trasladaron a las pendientes de la Cordillera de los Maribios o a otros lugares de montaña para despalar y limpiar tierras que por su escasa fertilidad tenían que abandonar después de tres o cuatro años para ir en busca de otras tierras.
La otra plaga ha sido el monocultivo, forma de explotación agrícola que destruye la calidad del suelo. El monocultivo intensivo acaba rápidamente con la capa superior del suelo, privándolo de nutrientes y de materia orgánica. El excesivo uso de plaguicidas acelera el proceso: estas sustancias no solamente matan los insectos dañinos sino también los microorganismos que mantienen vivo y fértil el suelo. Al no tener una cubierta vegetal que la proteja del viento y de las lluvias, la tierra se hace vulnerable a la erosión, que arrastra más aún la capa orgánica. En 1984, en una plantación de algodón de propiedad estatal, fueron entregadas a IRENA unas 700 hectáreas a sólo 7 quintales por hectáreas en 1983. Durante 30 años esas tierras habían sido cultivadas de manera intensiva sólo con algodón.
En el invierno, época de lluvias, las tierras altas desprovistas de sus bosques y las vulnerables llanuras sembradas de algodón se combinan negativamente para aumentar la destrucción ecológica. El uso de maquinaria pesada en los campos algodoneros agrava el problema: compacta la tierra e impide que la lluvia filtre en el suelo. Todos en las zonas algodoneras sienten las consecuencias. En las tierras altas no hay suficiente follaje boscoso para absorber e impacto y la fuerza de las lluvias. Sin este freno de los árboles, las correntadas se precipitan sobre las tierras planas. Cualquier barranco, cauce o lecho de río que encuentran a su paso las aguas, termina inundado. Todos los años, las inundaciones causan años en las carreteras, los puentes, las casas y las cosechas de toda la zona del algodón.
Estas inundaciones anuales arrastran cada vez más tierras hacia los ríos, los lagos y hacia el mismo océano, provocando sedimentación a un ritmo alarmante y reducción del suministro de agua. La tasa de erosión en las llanuras del Pacífico ha sido hasta de 44 toneladas por hectárea y año. En esas zonas se considera que el nivel permisible es de 12 toneladas.
La deforestación en las tierras bajas y las grandes extensiones sembradas de algodón han hecho también que en el verano las regiones algodoneras se caractericen por sus tormentas de polvo o tolvaneras. Antes de que IRENA plantara árboles rompe vientos, los vehículos que circulaban por la carretera se veían obligados hasta a encender sus luces durante el día. La erosión causada por el agua y el viento tiene peores consecuencias cuando se combina con el excesivo uso de agroquímicos. En las tolvaneras el viento arrastra residuos de plaguicidas, que causan problemas en la piel y enfermedades respiratorias crónicas, tanto en la población rural como en la urbana. Las lluvias llevan residuos de pesticidas hacia quebradas donde la gente se baña o cuya agua bebe. Contaminan también las fuentes de agua potable y hasta el océano, donde con toda probabilidad la vida marina ha sido afectada.
Los pequeños productores campesinos, con pocas alternativas de sobrevivencia frente al "boom" del algodón, contribuyeron también a la destrucción de los bosques. Obligados a competir con los grandes terratenientes en la producción del algodón única cosecha que los bancos nacionales financiaban en la región del Pacífico también talaban árboles. Pero la competencia era muy desigual y al final de la cosecha, como no podían pagar sus deudas, tenían que ceder sus tierras fértiles al banco, quedándoles dos opciones: trabajar como jornaleros agrícolas en las grandes plantaciones o emigrar en busca de nuevas tierras. Los campesinos que optaron por esto empezaron la expansión de la llamada "frontera agrícola". Otros se trasladaron a las pendientes de la Cordillera de los Maribios o a otros lugares de montaña para despalar y limpiar tierras que por su escasa fertilidad tenían que abandonar después de tres o cuatro años para ir en busca de otras tierras.
La otra plaga ha sido el monocultivo, forma de explotación agrícola que destruye la calidad del suelo. El monocultivo intensivo acaba rápidamente con la capa superior del suelo, privándolo de nutrientes y de materia orgánica. El excesivo uso de plaguicidas acelera el proceso: estas sustancias no solamente matan los insectos dañinos sino también los microorganismos que mantienen vivo y fértil el suelo. Al no tener una cubierta vegetal que la proteja del viento y de las lluvias, la tierra se hace vulnerable a la erosión, que arrastra más aún la capa orgánica. En 1984, en una plantación de algodón de propiedad estatal, fueron entregadas a IRENA unas 700 hectáreas a sólo 7 quintales por hectáreas en 1983. Durante 30 años esas tierras habían sido cultivadas de manera intensiva sólo con algodón.
En el invierno, época de lluvias, las tierras altas desprovistas de sus bosques y las vulnerables llanuras sembradas de algodón se combinan negativamente para aumentar la destrucción ecológica. El uso de maquinaria pesada en los campos algodoneros agrava el problema: compacta la tierra e impide que la lluvia filtre en el suelo. Todos en las zonas algodoneras sienten las consecuencias. En las tierras altas no hay suficiente follaje boscoso para absorber e impacto y la fuerza de las lluvias. Sin este freno de los árboles, las correntadas se precipitan sobre las tierras planas. Cualquier barranco, cauce o lecho de río que encuentran a su paso las aguas, termina inundado. Todos los años, las inundaciones causan años en las carreteras, los puentes, las casas y las cosechas de toda la zona del algodón.
Estas inundaciones anuales arrastran cada vez más tierras hacia los ríos, los lagos y hacia el mismo océano, provocando sedimentación a un ritmo alarmante y reducción del suministro de agua. La tasa de erosión en las llanuras del Pacífico ha sido hasta de 44 toneladas por hectárea y año. En esas zonas se considera que el nivel permisible es de 12 toneladas.
La deforestación en las tierras bajas y las grandes extensiones sembradas de algodón han hecho también que en el verano las regiones algodoneras se caractericen por sus tormentas de polvo o tolvaneras. Antes de que IRENA plantara árboles rompe vientos, los vehículos que circulaban por la carretera se veían obligados hasta a encender sus luces durante el día. La erosión causada por el agua y el viento tiene peores consecuencias cuando se combina con el excesivo uso de agroquímicos. En las tolvaneras el viento arrastra residuos de plaguicidas, que causan problemas en la piel y enfermedades respiratorias crónicas, tanto en la población rural como en la urbana. Las lluvias llevan residuos de pesticidas hacia quebradas donde la gente se baña o cuya agua bebe. Contaminan también las fuentes de agua potable y hasta el océano, donde con toda probabilidad la vida marina ha sido afectada.
Uso y abuso de agroquímicos
A través de un acuerdo entre Somoza, la banca nacional e internacional y los fabricantes de agroquímicos, la producción algodonera se introdujo en Nicaragua junto con un "paquete tecnológico" completo que incluía créditos para la compra de maquinaria, otros equipos y productos agroquímicos. Debido al cultivo intensivo de la tierra, la fertilidad de ésta descendía rápidamente y los productores dependían cada vez más de los plaguicidas para garantizar una buena cosecha. A medida que las plagas más habituales fueron desapareciendo y aparecieron nuevos tipos de plagas con mayor resistencia a los químicos, los algodoneros tuvieron que aplicar cada vez mayores y más frecuentes cantidades y tipos de sustancias iniciándose un autentico círculo vicioso. Si en los años 50 se hacían entre 5 y 10 aplicaciones anuales de insecticida, para fines de los 60 los campos se rociaban hasta 35 veces al año.
El hábito estaba creado: otros productores, especialmente de café y de caña de azúcar, que también se cultivan en grandes plantaciones, trataron de aumentar su producción valiéndose de los plaguicidas. También los pequeños y medianos productores empezaron a emplearlos en cantidades desproporcionadas, pero raramente utilizaban equipo protector, por no comprender el peligro que significaban estas sustancias.
Procesos similares de uso generalizado de plaguicidas tuvieron lugar en toda la región centroamericana. En los años 60 y 70, Centroamérica recibía el 40% de las exportaciones de plaguicidas de los Estados Unidos. Muchos de los productores que se estaban utilizando en Nicaragua - el DDT, el Endrin y el Dieldrin - eran prohibidos en otros países. Somoza permitía a las empresas químicas ensayar nuevos agroquímicos en Nicaragua cobrándoles mil dólares por el ensayo de cada producto.
La salud de la población es la más afectada por el abuso de agroquímicos. Pero en Nicaragua hay muy pocos estudios y ningún análisis sistemático sobre este problema, aunque el Ministerio de Salud ha empezado a recoger algunos datos. Un examen de la leche materna realizado en 1977 en las regiones algodoneras de Nicaragua mostró que las concentraciones de DDT estaban 45 veces por encima del nivel recomendado por la Organización Mundial de la Salud y que los rastros de DDT en la sangre humana eran 11 veces superiores a los que aparecían en las regiones algodoneras de los Estados Unidos.
El hábito estaba creado: otros productores, especialmente de café y de caña de azúcar, que también se cultivan en grandes plantaciones, trataron de aumentar su producción valiéndose de los plaguicidas. También los pequeños y medianos productores empezaron a emplearlos en cantidades desproporcionadas, pero raramente utilizaban equipo protector, por no comprender el peligro que significaban estas sustancias.
Procesos similares de uso generalizado de plaguicidas tuvieron lugar en toda la región centroamericana. En los años 60 y 70, Centroamérica recibía el 40% de las exportaciones de plaguicidas de los Estados Unidos. Muchos de los productores que se estaban utilizando en Nicaragua - el DDT, el Endrin y el Dieldrin - eran prohibidos en otros países. Somoza permitía a las empresas químicas ensayar nuevos agroquímicos en Nicaragua cobrándoles mil dólares por el ensayo de cada producto.
La salud de la población es la más afectada por el abuso de agroquímicos. Pero en Nicaragua hay muy pocos estudios y ningún análisis sistemático sobre este problema, aunque el Ministerio de Salud ha empezado a recoger algunos datos. Un examen de la leche materna realizado en 1977 en las regiones algodoneras de Nicaragua mostró que las concentraciones de DDT estaban 45 veces por encima del nivel recomendado por la Organización Mundial de la Salud y que los rastros de DDT en la sangre humana eran 11 veces superiores a los que aparecían en las regiones algodoneras de los Estados Unidos.
Algunos logros importantes y mucho por hacer
Durante los años 60 y 70, Honduras y Nicaragua tenían el número más alto de envenenamiento y muertes por pesticidas en todo el unido. En 1987, se reportaron más e 700 casos de envenenamientos ligeros y moderados a causa de los plaguicidas. Todos los años sigue habiendo algunas víctimas fatales por esta causa.
La dependencia de los plaguicidas y la infraestructura económica creada alrededor del algodón no pueden transformarse de la noche a la mañana, aun cuando el gobierno comprende claramente la trampa fatal que representan. La infraestructura ya montada, la falta de recursos y la importancia económica de las divisas que generan los productos que agro exportación han impedido que el gobierno sandinista pueda formular con libertad política coherentes sobre la producción del algodón y el uso de los plaguicidas. Aún después del triunfo de la revolución, la importación de agroquímicos ha representado entre 70 y 80 millones de dólares anuales, nada menos que el 10% de producto interno bruto y el 25% del ingreso que por exportaciones percibe Nicaragua.
A pesar de todas estas limitaciones, ha habido logros importantes. Entre 1979 y 1981, el gobierno prohibió el uso de 6 plaguicidas de "la docena sucia", incluyendo el DDT, el Endrin y el Dieldrin. Después se prohibieron otros 4 y sólo quedaron el Toxafeno y el Gramoxone, que se producen en Nicaragua. Pero como en algunas bodegas del país aún hay algunos de los plaguicidas prohibidos o éstos entran en Nicaragua por donaciones del exterior, su uso aún no ha desaparecido totalmente.
En un discutible esfuerzo por apoyar a todos los productores del país, el gobierno subvencionó hasta 1988 los plaguicidas hasta en un 95% de su costo. El actual cambio de política económica -que supone el fin de la política de subsidios indiscriminados- ha proporcionado a los productores un importante estímulo para que reduzcan el uso de los pesticidas a niveles más apropiados. Aunque antes del giro económico se iniciaron programas para el Control Integrado de Plagas (CIP), no existía ninguna razón económica para que los productores se arriesgaran a cambiar sus estilos de producción. El alto precio de los plaguicidas es ya una buena razón.
En 1982 el gobierno implementó un programa CIP a través del Centro de Experimentación del Algodón (CEA) para controlar el gorgojo en 17 mil hectáreas sembradas de algodón. El programa tuvo mucho éxito: se ahorraron unos 2 millones de dólares en plaguicidas y se evitaron hasta 8 aplicaciones innecesarias. El programa se duplicó en tamaño en 1983 y se ahorraron 2 millones de dólares más. La necesaria desviación de recursos materiales y humanos para enfrentar la guerra contrarrevolucionaria y el embargo comercial impuesto por la administración Reagan en mayo de 1985, obligaron a suspender el programa ese mismo año.
Sin embargo, la investigación sobre el CIP continúa, especialmente a través de la Universidad Autónoma de León y de organismos internacionales que han financiado recientemente nuevos programas. Desde hace 6 años la Universidad trabaja en estudios de CIP en el campo. Noruega y Suecia aprobaron 3.5 millones de dólares para un nuevo programa de CIP, que empieza en 1989 bajo la dirección del CEA y el CATIE (Centro Agrónomo Tropical para la Investigación y el Entrenamiento). Se está experimentando también con sustancias naturales que sirven para controlar las plagas, como el árbol "neem", que se utiliza en la India como insecticida.
El gobierno sandinista ha decretado también leyes para la protección de los trabajadores, pero cuando los dueños de las plantaciones los proveen de equipos protectores, la mayoría de los trabajadores agrícolas no quieren hacer uso de ellos. También se han puesto en práctica programas para educar a los trabajadores. Un programa que CARE financia desde 1984 incluye el seguimiento a los casos de envenenamiento y la aplicación de medidas para controlar el área de contaminación.
Aunque la producción del algodón no puede abandonarse por completo, la creciente baja de sus precios internacionales hizo que el gobierno redujera el área de cultivo de 210 mil a 60 mil hectáreas, siendo la meta reducirlas a sólo 35 mil hectáreas sembradas de algodón. En antiguas áreas algodoneras se están sembrando hoy productos de exportación no tradicional: soya y ajonjolí.
Para enfrentar los problemas de la erosión, el IRENA realizó en 1982 el proyecto Control de Erosión de Occidente. En 3 años se plantaron 1,200 hectáreas de cortinas rompevientos y se construyeron 4,220 diques para el control de torrentes.
En las 700 hectáreas algodoneras que en 1984 fueron entregadas a IRENA, crece ahora un bosque. En unas 300 hectáreas se plantaron especies de rápido crecimiento y de manera dura. Además, los trabajadores del Instituto construyeron una serie de diques para controla la erosión y emprendieron un proyecto agro-forestal, cultivando granos básicos al lado de los árboles, lo que protege el suelo de la erosión por el viento y la lluvia y mejora su fertilidad. Mientras que la producción del algodón bajaba de 85 a 7 quintales por hectárea, la cosecha de frijoles casi se duplicó en 4 años, pasando de 11 a 20 quintales por hectáreas.
En 1988, IRENA cortaba y vendía leña para ayudar a financiar el proyecto. Igualmente, introdujeron ganado en el área de reforestación para ayudar a limpiar de maleza las tierras. Este proyecto es un excelente ejemplo del éxito que se puede lograr al combinar la agricultura con la reforestación y con una administración adecuada de la tierra para una posible restauración ambiental de la zona del Pacífico.
La política de reforma agraria de los sandinistas y proyectos como el de "Héroes y Mártires de Veracruz", uno de los más importantes de la región de Occidente, han frenado también la expansión de la frontera agrícola. Las soluciones a largo plazo de los serios problemas que aún existen deben empezar a aplicarse en las áreas altas de la cuenta hidrográfica.
La dependencia de los plaguicidas y la infraestructura económica creada alrededor del algodón no pueden transformarse de la noche a la mañana, aun cuando el gobierno comprende claramente la trampa fatal que representan. La infraestructura ya montada, la falta de recursos y la importancia económica de las divisas que generan los productos que agro exportación han impedido que el gobierno sandinista pueda formular con libertad política coherentes sobre la producción del algodón y el uso de los plaguicidas. Aún después del triunfo de la revolución, la importación de agroquímicos ha representado entre 70 y 80 millones de dólares anuales, nada menos que el 10% de producto interno bruto y el 25% del ingreso que por exportaciones percibe Nicaragua.
A pesar de todas estas limitaciones, ha habido logros importantes. Entre 1979 y 1981, el gobierno prohibió el uso de 6 plaguicidas de "la docena sucia", incluyendo el DDT, el Endrin y el Dieldrin. Después se prohibieron otros 4 y sólo quedaron el Toxafeno y el Gramoxone, que se producen en Nicaragua. Pero como en algunas bodegas del país aún hay algunos de los plaguicidas prohibidos o éstos entran en Nicaragua por donaciones del exterior, su uso aún no ha desaparecido totalmente.
En un discutible esfuerzo por apoyar a todos los productores del país, el gobierno subvencionó hasta 1988 los plaguicidas hasta en un 95% de su costo. El actual cambio de política económica -que supone el fin de la política de subsidios indiscriminados- ha proporcionado a los productores un importante estímulo para que reduzcan el uso de los pesticidas a niveles más apropiados. Aunque antes del giro económico se iniciaron programas para el Control Integrado de Plagas (CIP), no existía ninguna razón económica para que los productores se arriesgaran a cambiar sus estilos de producción. El alto precio de los plaguicidas es ya una buena razón.
En 1982 el gobierno implementó un programa CIP a través del Centro de Experimentación del Algodón (CEA) para controlar el gorgojo en 17 mil hectáreas sembradas de algodón. El programa tuvo mucho éxito: se ahorraron unos 2 millones de dólares en plaguicidas y se evitaron hasta 8 aplicaciones innecesarias. El programa se duplicó en tamaño en 1983 y se ahorraron 2 millones de dólares más. La necesaria desviación de recursos materiales y humanos para enfrentar la guerra contrarrevolucionaria y el embargo comercial impuesto por la administración Reagan en mayo de 1985, obligaron a suspender el programa ese mismo año.
Sin embargo, la investigación sobre el CIP continúa, especialmente a través de la Universidad Autónoma de León y de organismos internacionales que han financiado recientemente nuevos programas. Desde hace 6 años la Universidad trabaja en estudios de CIP en el campo. Noruega y Suecia aprobaron 3.5 millones de dólares para un nuevo programa de CIP, que empieza en 1989 bajo la dirección del CEA y el CATIE (Centro Agrónomo Tropical para la Investigación y el Entrenamiento). Se está experimentando también con sustancias naturales que sirven para controlar las plagas, como el árbol "neem", que se utiliza en la India como insecticida.
El gobierno sandinista ha decretado también leyes para la protección de los trabajadores, pero cuando los dueños de las plantaciones los proveen de equipos protectores, la mayoría de los trabajadores agrícolas no quieren hacer uso de ellos. También se han puesto en práctica programas para educar a los trabajadores. Un programa que CARE financia desde 1984 incluye el seguimiento a los casos de envenenamiento y la aplicación de medidas para controlar el área de contaminación.
Aunque la producción del algodón no puede abandonarse por completo, la creciente baja de sus precios internacionales hizo que el gobierno redujera el área de cultivo de 210 mil a 60 mil hectáreas, siendo la meta reducirlas a sólo 35 mil hectáreas sembradas de algodón. En antiguas áreas algodoneras se están sembrando hoy productos de exportación no tradicional: soya y ajonjolí.
Para enfrentar los problemas de la erosión, el IRENA realizó en 1982 el proyecto Control de Erosión de Occidente. En 3 años se plantaron 1,200 hectáreas de cortinas rompevientos y se construyeron 4,220 diques para el control de torrentes.
En las 700 hectáreas algodoneras que en 1984 fueron entregadas a IRENA, crece ahora un bosque. En unas 300 hectáreas se plantaron especies de rápido crecimiento y de manera dura. Además, los trabajadores del Instituto construyeron una serie de diques para controla la erosión y emprendieron un proyecto agro-forestal, cultivando granos básicos al lado de los árboles, lo que protege el suelo de la erosión por el viento y la lluvia y mejora su fertilidad. Mientras que la producción del algodón bajaba de 85 a 7 quintales por hectárea, la cosecha de frijoles casi se duplicó en 4 años, pasando de 11 a 20 quintales por hectáreas.
En 1988, IRENA cortaba y vendía leña para ayudar a financiar el proyecto. Igualmente, introdujeron ganado en el área de reforestación para ayudar a limpiar de maleza las tierras. Este proyecto es un excelente ejemplo del éxito que se puede lograr al combinar la agricultura con la reforestación y con una administración adecuada de la tierra para una posible restauración ambiental de la zona del Pacífico.
La política de reforma agraria de los sandinistas y proyectos como el de "Héroes y Mártires de Veracruz", uno de los más importantes de la región de Occidente, han frenado también la expansión de la frontera agrícola. Las soluciones a largo plazo de los serios problemas que aún existen deben empezar a aplicarse en las áreas altas de la cuenta hidrográfica.
Un proyecto piloto que es un proyecto modelo
FAO - Holanda ha financiado un plan piloto en las tierras altas de la Cordillera de Los Maribios, en el Occidente del país, que es un modelo de participación a nivel de base en el que se expresa la madurez y la confianza en el pueblo alcanzadas por las instituciones revolucionarias en diez años de cambios sociales.
El proyecto, que se inició en las zonas más elevadas de la cuenta de los Maribios, está orientado a hacerle frente a los problema de la erosión y la deforestación, dando a los pequeños productores la educación, los insumos y la asistencia técnica necesarios para mejorar la calidad ambiental y por esto, la productividad de sus parcelas en las zonas altas. Para organizar la participación de la comunidad, el proyecto fue planteado primeramente a los campesinos que habían sido identificados como líderes naturales respetados por el campesinado del área. Uno de los primeros en acudir a la convocatoria fue Hugo Chávez, dirigente local y durante muchos años promotor de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG).
"Nunca hemos confiado mucho en este tipo de programas -dice Chávez-. Poco después del triunfo, el gobierno definió algunos proyectos sin tomar en cuenta al campesinado. Pero el campesino es desconfiado y no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Ya con Somoza habíamos tenido suficiente de esa forma de hacer las cosas. Peor el método que utilizan ahora es diferente. Le explican el proyecto al campesino, los beneficios que le traerá y él dice si quiera participar o no. Con estas medidas para la conservación del suelo, los beneficios son para mí y no para otro. Si yo continuara cultivando esta parcela de tierra como lo he hecho hasta ahora, en unos dos o tres años dejaría de producir y tendría que limpiar otras tierras para poder sembrar. Claro que, por razón económica, yo jamás hubiese podido hacer estos cambios por mi propia cuenta".
El proyecto incluye la capacitación para la prevención y el control de los incendios; la siembra de cortina rompevientos y de cercos vivos, que evitan que se corten árboles para construir o reparar los cercos y, si se administran bien, proporcionan una fuente inagotable de leña; la rotación de las cosechas; la siembra de cactus de raíces profundas para retener los suelos en las cuestas empinadas y de arbustos de achiote mezclados con las cosechas anuales para retener la tierra en otra colinas cultivadas; la reforestación; y el control de las inundaciones. El achiote, un colorante natural de las comidas que se puede vender en los mercados locales, ofrece un beneficio económico extra. El proyecto ofrece asistencia técnica: incluye a tres técnicos que viven en cada una de las tres zonas de las tierras altas, todos los insumos necesarios, semillas, semilleros, herramientas que el campesino no posee y una pequeña provisión de alimentos. El campesino pone la mano de obra.
"Yo tengo cierta credibilidad con los otros campesinos y ellos querían saber lo que yo estoy haciendo, quiénes son las personas que me visitan con tanta frecuencia -dice Hugo Chávez-. Ahora, todo mundo quiere participar. Tengo que explicarle a la gente por qué el proyecto comienza aquí arriba para luego ir bajando, en vez de que sea al revés. Tengo que explicarles qué es la erosión. Pienso que dentro de cuatro años no habrá necesidad de explicar esto, porque la gente ya lo sabrá por experiencia. Todos están buscando cómo obtener las semillas y los insumos para empezar a participar ya".
La educación de la comunidad de la región ha contribuido a promover una mayor conciencia de que es necesario cuidar el medio ambiente. Las cortinas rompevientos que fueron plantadas con mano de obra pagada, sin la participación de la comunidad, estaban en malas condiciones, aun cuando la gente reconoce que han contribuido mucho a prevenir las tolvaneras. Ahora, tal vez, las cuidarán más. La conciencia del gobierno también ha crecido: ya saben los técnicos que cuando la comunidad participa en un proyecto ecológico, los resultados serán más duraderos.
El proyecto, que se inició en las zonas más elevadas de la cuenta de los Maribios, está orientado a hacerle frente a los problema de la erosión y la deforestación, dando a los pequeños productores la educación, los insumos y la asistencia técnica necesarios para mejorar la calidad ambiental y por esto, la productividad de sus parcelas en las zonas altas. Para organizar la participación de la comunidad, el proyecto fue planteado primeramente a los campesinos que habían sido identificados como líderes naturales respetados por el campesinado del área. Uno de los primeros en acudir a la convocatoria fue Hugo Chávez, dirigente local y durante muchos años promotor de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG).
"Nunca hemos confiado mucho en este tipo de programas -dice Chávez-. Poco después del triunfo, el gobierno definió algunos proyectos sin tomar en cuenta al campesinado. Pero el campesino es desconfiado y no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Ya con Somoza habíamos tenido suficiente de esa forma de hacer las cosas. Peor el método que utilizan ahora es diferente. Le explican el proyecto al campesino, los beneficios que le traerá y él dice si quiera participar o no. Con estas medidas para la conservación del suelo, los beneficios son para mí y no para otro. Si yo continuara cultivando esta parcela de tierra como lo he hecho hasta ahora, en unos dos o tres años dejaría de producir y tendría que limpiar otras tierras para poder sembrar. Claro que, por razón económica, yo jamás hubiese podido hacer estos cambios por mi propia cuenta".
El proyecto incluye la capacitación para la prevención y el control de los incendios; la siembra de cortina rompevientos y de cercos vivos, que evitan que se corten árboles para construir o reparar los cercos y, si se administran bien, proporcionan una fuente inagotable de leña; la rotación de las cosechas; la siembra de cactus de raíces profundas para retener los suelos en las cuestas empinadas y de arbustos de achiote mezclados con las cosechas anuales para retener la tierra en otra colinas cultivadas; la reforestación; y el control de las inundaciones. El achiote, un colorante natural de las comidas que se puede vender en los mercados locales, ofrece un beneficio económico extra. El proyecto ofrece asistencia técnica: incluye a tres técnicos que viven en cada una de las tres zonas de las tierras altas, todos los insumos necesarios, semillas, semilleros, herramientas que el campesino no posee y una pequeña provisión de alimentos. El campesino pone la mano de obra.
"Yo tengo cierta credibilidad con los otros campesinos y ellos querían saber lo que yo estoy haciendo, quiénes son las personas que me visitan con tanta frecuencia -dice Hugo Chávez-. Ahora, todo mundo quiere participar. Tengo que explicarle a la gente por qué el proyecto comienza aquí arriba para luego ir bajando, en vez de que sea al revés. Tengo que explicarles qué es la erosión. Pienso que dentro de cuatro años no habrá necesidad de explicar esto, porque la gente ya lo sabrá por experiencia. Todos están buscando cómo obtener las semillas y los insumos para empezar a participar ya".
La educación de la comunidad de la región ha contribuido a promover una mayor conciencia de que es necesario cuidar el medio ambiente. Las cortinas rompevientos que fueron plantadas con mano de obra pagada, sin la participación de la comunidad, estaban en malas condiciones, aun cuando la gente reconoce que han contribuido mucho a prevenir las tolvaneras. Ahora, tal vez, las cuidarán más. La conciencia del gobierno también ha crecido: ya saben los técnicos que cuando la comunidad participa en un proyecto ecológico, los resultados serán más duraderos.
Managua, la Cuenca Sur y el Lago Xolotlán
Los problemas de Managua se pueden localizar en tres áreas principales: la cuenca sur, el Lago Xolotlán y la ciudad de Managua. La recientemente creada Junta de Calidad Ambiental para Managua (JCAM) tiene como objetivos coordinar la restauración ambiental y recomendar políticas gubernamentales para esas tres áreas. En la Junta participan 12 científicos de 12 diferentes organizaciones, comprometidas todos con el mejoramiento de la calidad ambiental de Managua: ministerio de salud, alcaldía, asociación de biólogos y ecólogos, movimientos comunales de los barrios, universidades, etc.
La meta de la Junta es unificar los diferentes esfuerzos que se están haciendo para mejorar el medio ambiente de Managua contando para ello con la participación del pueblo. Su lema es: "Sin una participación comunal no hay gestión ambiental".
22 kilómetros al sur de Managua la tierra se eleva a 926 metros: es el área conocida como la "cuenca sur". Los problemas de estas tierras altas de la capital son parecidos a los de las áreas algodoneras del Pacífico. Las tierras de la cuenca sur han sido privadas poco a poco de sus bosques para sembrar café, criar ganado y también para obtener leña. Los cultivos campesinos no han sido los más apropiados y han ido dejando el suelo desprotegido y vulnerable a la erosión. Como las tierras altas no absorben el agua, las lluvias dañan la infraestructura de Managua, pues en su recorrido hacia el lago las correntadas arrastran enormes cantidades de sedimento.
Actualmente, el área de la cuenca sur se utiliza para la cría de ganado y la producción agrícola intensiva. Cualquier mejora en sus condiciones ecológicas y en las de la ciudad exige cambios en el uso de la tierra. La JCAM propone la repoblación forestal y el desarrollo agro-forestal: siembra de árboles frutales que formen grandes bóvedas que protejan la tierra de la erosión causada por la lluvia y cultivo de productos agrícolas debajo de los árboles. Esta combinación mejoraría la calidad ambiental y permitiría la calidad ambiental y permitiría continuar produciendo alimentos para el amplio mercado de la capital.
La JCAM tiene programado una declaración que redefina el uso del suelo de la cuenca y la organización de una campaña educativa para el establecimiento de áreas experimentales. Y el MIDINRA (Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria) inició en Managua algunos programas de conservación de suelos, control de inundaciones y educación ambiental.
Cuando llueve, las aguas bajan de la cuenca sur, atraviesan Managua y desembocan en el Lago Xolotlán, depositando allí todo lo que arrastran. La tasa de sedimentación es muy alta por la deforestación y la erosión.
Las lluvias arrojan también al lago gran parte de los desperdicios sólidos de la ciudad. Bajo el régimen somocista, el lago se convirtió en la cloaca en la que desembocaban las aguas negras de Managua y los desechos de las industrias que surgieron en sus orillas. Como la ciudad no cuenta con una planta de tratamiento de aguas residuales, el lago recibe todos los días 130 mil metros cúbicos de estas aguas sin tratar (cifras de 1985).
Las industrias echan al lago desperdicios muy diversos y muy peligrosos. Entre los más dañinos están los de la industria química Penwalt, que arroja mercurio al lago. Se estima que entre 1968 y 1981 esta firma transnacional, hoy de propiedad mixta, arrojó 40 toneladas de mercurio a las aguas del Xolotlán. La planta geotérmica Momotombo, terminada en varias de sus fases durante la revolución, derrama diariamente en el lago 8,640 metros cúbicos de calientes aguas y residuales, que contienen arsénico y sales de alta concentración.
Excepto en raras ocasiones, cuando el nivel del agua es lo suficientemente alto como para que las aguas del lago drenen por el río Tipitapa y salgan al Lago Cocibolca, que es más grande, el lago de Managua no tiene salida. El nivel de turbulencia lo auto purifica y descompone la materia orgánica, pero desechos inorgánicos, como el mercurio y el arsénico, permanecen en sus aguas.
Pudiendo ser un lugar muy hermoso, el lago Xolotlán es hoy no sólo antiestético, sino peligroso para la salud de los managuas, que nadan y pescan allí y que después venden en los mercados de la capital este pescado proveniente de agua con altas concentraciones de mercurio.
El lago amenaza igualmente el suministro de agua de Managua. Cuando el nivel de la laguna de Asososca principal fuente de agua potable baja por debajo de un cierto nivel, las aguas del Xolotlán, con su gama de toxinas, se filtran a las de la laguna. Para impedir que esto suceda, hay dos días semanales de corte de agua en Managua y el nivel de las aguas de Asososca se mantiene bajo permanente observación.
La imposición de multas a las industrias que causan la contaminación no es una solución viable. En muchos casos, el Estado se estaría multando a sí mismo, cuando es obvio que lo que ocurre es que no existe el capital necesario para dar tratamiento adecuado a las aguas residuales.
Empresas mixtas -capital extranjero y nicaragüense- como la Penwalt se verían obligadas a abandonar el país si se vieran castigadas con grandes multas. Y si la Penwalt abandonara Nicaragua, eso sería un duro golpe para la economía nicaragüense, que depende en gran medida de los variados productos químicos que se elaboran en esta industria. La dificultad de encontrar medios para el tratamiento de los desechos industriales, hace que la JCAM considere más realistas otros caminos: real reforestar la cuenca sur, el reorganizar el sistema de desecho de los desperdicios sólidos de la ciudad y el realizar investigaciones sobre posibles opciones para el futuro. La instalación de sistemas para el tratamiento de aguas residuales y desperdicios industriales es un proyecto multimillonario y Nicaragua no cuenta con los recursos económicos o técnicos para adentrarse por ese otro camino.
La meta de la Junta es unificar los diferentes esfuerzos que se están haciendo para mejorar el medio ambiente de Managua contando para ello con la participación del pueblo. Su lema es: "Sin una participación comunal no hay gestión ambiental".
22 kilómetros al sur de Managua la tierra se eleva a 926 metros: es el área conocida como la "cuenca sur". Los problemas de estas tierras altas de la capital son parecidos a los de las áreas algodoneras del Pacífico. Las tierras de la cuenca sur han sido privadas poco a poco de sus bosques para sembrar café, criar ganado y también para obtener leña. Los cultivos campesinos no han sido los más apropiados y han ido dejando el suelo desprotegido y vulnerable a la erosión. Como las tierras altas no absorben el agua, las lluvias dañan la infraestructura de Managua, pues en su recorrido hacia el lago las correntadas arrastran enormes cantidades de sedimento.
Actualmente, el área de la cuenca sur se utiliza para la cría de ganado y la producción agrícola intensiva. Cualquier mejora en sus condiciones ecológicas y en las de la ciudad exige cambios en el uso de la tierra. La JCAM propone la repoblación forestal y el desarrollo agro-forestal: siembra de árboles frutales que formen grandes bóvedas que protejan la tierra de la erosión causada por la lluvia y cultivo de productos agrícolas debajo de los árboles. Esta combinación mejoraría la calidad ambiental y permitiría la calidad ambiental y permitiría continuar produciendo alimentos para el amplio mercado de la capital.
La JCAM tiene programado una declaración que redefina el uso del suelo de la cuenca y la organización de una campaña educativa para el establecimiento de áreas experimentales. Y el MIDINRA (Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria) inició en Managua algunos programas de conservación de suelos, control de inundaciones y educación ambiental.
Cuando llueve, las aguas bajan de la cuenca sur, atraviesan Managua y desembocan en el Lago Xolotlán, depositando allí todo lo que arrastran. La tasa de sedimentación es muy alta por la deforestación y la erosión.
Las lluvias arrojan también al lago gran parte de los desperdicios sólidos de la ciudad. Bajo el régimen somocista, el lago se convirtió en la cloaca en la que desembocaban las aguas negras de Managua y los desechos de las industrias que surgieron en sus orillas. Como la ciudad no cuenta con una planta de tratamiento de aguas residuales, el lago recibe todos los días 130 mil metros cúbicos de estas aguas sin tratar (cifras de 1985).
Las industrias echan al lago desperdicios muy diversos y muy peligrosos. Entre los más dañinos están los de la industria química Penwalt, que arroja mercurio al lago. Se estima que entre 1968 y 1981 esta firma transnacional, hoy de propiedad mixta, arrojó 40 toneladas de mercurio a las aguas del Xolotlán. La planta geotérmica Momotombo, terminada en varias de sus fases durante la revolución, derrama diariamente en el lago 8,640 metros cúbicos de calientes aguas y residuales, que contienen arsénico y sales de alta concentración.
Excepto en raras ocasiones, cuando el nivel del agua es lo suficientemente alto como para que las aguas del lago drenen por el río Tipitapa y salgan al Lago Cocibolca, que es más grande, el lago de Managua no tiene salida. El nivel de turbulencia lo auto purifica y descompone la materia orgánica, pero desechos inorgánicos, como el mercurio y el arsénico, permanecen en sus aguas.
Pudiendo ser un lugar muy hermoso, el lago Xolotlán es hoy no sólo antiestético, sino peligroso para la salud de los managuas, que nadan y pescan allí y que después venden en los mercados de la capital este pescado proveniente de agua con altas concentraciones de mercurio.
El lago amenaza igualmente el suministro de agua de Managua. Cuando el nivel de la laguna de Asososca principal fuente de agua potable baja por debajo de un cierto nivel, las aguas del Xolotlán, con su gama de toxinas, se filtran a las de la laguna. Para impedir que esto suceda, hay dos días semanales de corte de agua en Managua y el nivel de las aguas de Asososca se mantiene bajo permanente observación.
La imposición de multas a las industrias que causan la contaminación no es una solución viable. En muchos casos, el Estado se estaría multando a sí mismo, cuando es obvio que lo que ocurre es que no existe el capital necesario para dar tratamiento adecuado a las aguas residuales.
Empresas mixtas -capital extranjero y nicaragüense- como la Penwalt se verían obligadas a abandonar el país si se vieran castigadas con grandes multas. Y si la Penwalt abandonara Nicaragua, eso sería un duro golpe para la economía nicaragüense, que depende en gran medida de los variados productos químicos que se elaboran en esta industria. La dificultad de encontrar medios para el tratamiento de los desechos industriales, hace que la JCAM considere más realistas otros caminos: real reforestar la cuenca sur, el reorganizar el sistema de desecho de los desperdicios sólidos de la ciudad y el realizar investigaciones sobre posibles opciones para el futuro. La instalación de sistemas para el tratamiento de aguas residuales y desperdicios industriales es un proyecto multimillonario y Nicaragua no cuenta con los recursos económicos o técnicos para adentrarse por ese otro camino.
Una ciudad demasiado difícil
El problema principal de Managua es que está construida sobre tierras frágiles desde el punto de vista ecológico y sísmico. Hay más de 100 fallas geológicas dentro de la ciudad. El antiguo centro de la capital quedó destruido durante el terremoto de 1972 y nunca fue reconstruido. Hoy no es más que extensos baldíos cubiertos de maleza de los que emergen los esqueletos de algunos edificios en ruinas. De día, Managua es una ciudad difícil y desconcertante, donde no existe un centro. De hecho, lo que fue su centro se convierte en un espacio fantasmal.
Aunque ha crecido al garete, en total desorden, Managua ha crecido mucho. La capital de Nicaragua tiene una tasa de crecimiento del 7%, la más alta de toda América Latina. La mitad de esta tasa se debe al alto índice de natalidad, la otra mitad de las migraciones. Se dice que la infraestructura de Managua fue diseñada para una población de 500 mil habitantes, que la población actual es de un millón de personas y que millón y medio de personas utilizan diariamente los servicios de Managua (incluyendo a los que se desplazan a ella a trabajar o a hacer gestiones desde comunidades aledañas o ciudades vecinas). La tensión a la que está sometida una infraestructura de por sí muy deficiente es demasiado grande.
El problema más serio de Managua son sus desperdicios sólidos. Actualmente, la ciudad produce diariamente 3,031 metros cúbicos de basura doméstica. Los servicios de recolección sólo pueden recoger el 50%. Este 50% es depositado en el basurero de Acahualinca, a orillas del Lago Xolotlán, donde muy a menudo las lluvias y correntadas lo arrastran hacia el lago. El otro 50% es arrojado en unos 150 "basureros clandestinos", que existen por toda la ciudad y que son focos de todo tipo de enfermedades y probablemente la causa principal de la mortalidad de los niños de Managua. En los primeros 9 meses de 1988, 58 mil niños fueron afectados por la diarrea y 300 murieron. En 1989 continúan siendo alarmantes las cifras de diarrea infantil. La JCAM está examinando diversas soluciones para enfrentar este serio problema.
Una es fijar y exigir el cumplimiento de normas realistas para el desecho de los desperdicios sólidos. A las instituciones industriales, comerciales y estatales se les podría pedir que hagan un tratamiento a sus propios desperdicios en el mismo lugar de trabajo. La Junta está buscando también una nueva ubicación para el basurero de la ciudad, lugar que pueda convertirse después en un relleno sanitario, sin riesgos y con ventajas. En la cuesta de San Carlos se ubicó y está funcionando ya un lugar que cumplirá este objetivo para la población de Ciudad Sandino.
Para enfrentar más adecuadamente el problema del agua potable, y con ayuda internacional, se han empezado a abrir una serie de nuevos pozos, aunque si no se adoptan medidas, su rendimiento no podrá satisfacer totalmente una demanda que aumenta constantemente.
Otro de los grandes problemas es el de la demanda de leña. En su plan de acción, la JCAM establece la búsqueda de soluciones a este problema como uno de sus objetivos prioritarios, pero hasta ahora no existen propuestas concretas.
A causa de la crisis económica, el mejor recurso que tiene Nicaragua para resolver sus problemas de infraestructura no es otro que la comunidad organizada. Los activistas ambientalistas ya han empezado a trabajar con los comités barriales y con los dirigentes comunales para promover y apoyar proyectos de reforestación, de utilización de la basura como abono orgánico, de creación de huertos comunales y de conversión de baldíos en basureros con los que crear rellenos sanitarios.
La profesora Luvy Lindo, de la Escuela de Ecología de la Universidad Centroamericana, en coordinación con la JCAM y el movimiento de ambientalistas, está organizando en l barrio Jonathan González uno de los proyectos más eficaces que hay en Managua. Este barrio estuvo marginado desde varios años antes de la revolución y el gobierno lo priorizó por su deterioro ecológico y sus malas condiciones sanitarias al igual que por factores sociales complejos debido a que muchos miembros de la Guardia Nacional somocista y sus familias vivían y aún viven allí.
El gobierno sandinista hizo al barrio promesas que después no pudo cumplir por la limitación de recursos y por la mala administración de los que hubo. Por eso la gente se mostró escéptica cuando Lindo empezó a trabajar en la comunidad a principios del año 1988. Durante dos meses trató de encontrar las mejoras formas de captar la atención de los pobladores y ganar su confianza. Con el apoyo de 20 estudiantes, Lindo logró convencer a 14 de los dirigentes naturales de la comunidad para que conformaran el comité central que participaría en el proyecto y eventualmente lo dirigiría. Cuadra por cuadra, todas las noches, dos estudiantes acompañados por uno de los miembros de la comunidad explicaron masivamente el proyecto.
Con anterioridad, Luvy había hecho un diagnóstico de los problemas ambientales de la comunidad. En base a él, se impartieron ocho talleres: educación ambiental en general, basura y el abono orgánico, aguas residuales, nutrición, reforestación, salud infantil, etc. Durante varios meses, Lindo impartió estos talleres a los estudiantes; luego éstos pasaron la información al comité y el comité, con el apoyo de los estudiantes, organizó esos mismos talleres para la comunidad, trabajando por todo el barrio.
El primer ejemplo concreto del éxito del proyecto es hoy una fila de árboles plantados a lo largo de las dos calles principales que atraviesan el Johatán González. Cada dueño de casa plantó un árbol y es responsable de su mantenimiento, garantizándose así su cuidado en el futuro. La comunidad está ansiosa por empezar el basurero orgánico, el huerto comunal y el terreno de relleno sanitario y por continuar con la reforestación. Lo que más retrasa todo es la dificultad de encontrar la relativamente pequeña cantidad de fondos necesarios para poner a funcionar estos proyectos.
Aunque ha crecido al garete, en total desorden, Managua ha crecido mucho. La capital de Nicaragua tiene una tasa de crecimiento del 7%, la más alta de toda América Latina. La mitad de esta tasa se debe al alto índice de natalidad, la otra mitad de las migraciones. Se dice que la infraestructura de Managua fue diseñada para una población de 500 mil habitantes, que la población actual es de un millón de personas y que millón y medio de personas utilizan diariamente los servicios de Managua (incluyendo a los que se desplazan a ella a trabajar o a hacer gestiones desde comunidades aledañas o ciudades vecinas). La tensión a la que está sometida una infraestructura de por sí muy deficiente es demasiado grande.
El problema más serio de Managua son sus desperdicios sólidos. Actualmente, la ciudad produce diariamente 3,031 metros cúbicos de basura doméstica. Los servicios de recolección sólo pueden recoger el 50%. Este 50% es depositado en el basurero de Acahualinca, a orillas del Lago Xolotlán, donde muy a menudo las lluvias y correntadas lo arrastran hacia el lago. El otro 50% es arrojado en unos 150 "basureros clandestinos", que existen por toda la ciudad y que son focos de todo tipo de enfermedades y probablemente la causa principal de la mortalidad de los niños de Managua. En los primeros 9 meses de 1988, 58 mil niños fueron afectados por la diarrea y 300 murieron. En 1989 continúan siendo alarmantes las cifras de diarrea infantil. La JCAM está examinando diversas soluciones para enfrentar este serio problema.
Una es fijar y exigir el cumplimiento de normas realistas para el desecho de los desperdicios sólidos. A las instituciones industriales, comerciales y estatales se les podría pedir que hagan un tratamiento a sus propios desperdicios en el mismo lugar de trabajo. La Junta está buscando también una nueva ubicación para el basurero de la ciudad, lugar que pueda convertirse después en un relleno sanitario, sin riesgos y con ventajas. En la cuesta de San Carlos se ubicó y está funcionando ya un lugar que cumplirá este objetivo para la población de Ciudad Sandino.
Para enfrentar más adecuadamente el problema del agua potable, y con ayuda internacional, se han empezado a abrir una serie de nuevos pozos, aunque si no se adoptan medidas, su rendimiento no podrá satisfacer totalmente una demanda que aumenta constantemente.
Otro de los grandes problemas es el de la demanda de leña. En su plan de acción, la JCAM establece la búsqueda de soluciones a este problema como uno de sus objetivos prioritarios, pero hasta ahora no existen propuestas concretas.
A causa de la crisis económica, el mejor recurso que tiene Nicaragua para resolver sus problemas de infraestructura no es otro que la comunidad organizada. Los activistas ambientalistas ya han empezado a trabajar con los comités barriales y con los dirigentes comunales para promover y apoyar proyectos de reforestación, de utilización de la basura como abono orgánico, de creación de huertos comunales y de conversión de baldíos en basureros con los que crear rellenos sanitarios.
La profesora Luvy Lindo, de la Escuela de Ecología de la Universidad Centroamericana, en coordinación con la JCAM y el movimiento de ambientalistas, está organizando en l barrio Jonathan González uno de los proyectos más eficaces que hay en Managua. Este barrio estuvo marginado desde varios años antes de la revolución y el gobierno lo priorizó por su deterioro ecológico y sus malas condiciones sanitarias al igual que por factores sociales complejos debido a que muchos miembros de la Guardia Nacional somocista y sus familias vivían y aún viven allí.
El gobierno sandinista hizo al barrio promesas que después no pudo cumplir por la limitación de recursos y por la mala administración de los que hubo. Por eso la gente se mostró escéptica cuando Lindo empezó a trabajar en la comunidad a principios del año 1988. Durante dos meses trató de encontrar las mejoras formas de captar la atención de los pobladores y ganar su confianza. Con el apoyo de 20 estudiantes, Lindo logró convencer a 14 de los dirigentes naturales de la comunidad para que conformaran el comité central que participaría en el proyecto y eventualmente lo dirigiría. Cuadra por cuadra, todas las noches, dos estudiantes acompañados por uno de los miembros de la comunidad explicaron masivamente el proyecto.
Con anterioridad, Luvy había hecho un diagnóstico de los problemas ambientales de la comunidad. En base a él, se impartieron ocho talleres: educación ambiental en general, basura y el abono orgánico, aguas residuales, nutrición, reforestación, salud infantil, etc. Durante varios meses, Lindo impartió estos talleres a los estudiantes; luego éstos pasaron la información al comité y el comité, con el apoyo de los estudiantes, organizó esos mismos talleres para la comunidad, trabajando por todo el barrio.
El primer ejemplo concreto del éxito del proyecto es hoy una fila de árboles plantados a lo largo de las dos calles principales que atraviesan el Johatán González. Cada dueño de casa plantó un árbol y es responsable de su mantenimiento, garantizándose así su cuidado en el futuro. La comunidad está ansiosa por empezar el basurero orgánico, el huerto comunal y el terreno de relleno sanitario y por continuar con la reforestación. Lo que más retrasa todo es la dificultad de encontrar la relativamente pequeña cantidad de fondos necesarios para poner a funcionar estos proyectos.
Efectos ecológicos directos e indirectos de la guerra de los contras
La guerra contrarrevolucionaria ha tenido efectos directos e indirectos significativos sobre el medio ambiente natural. Algunos de los efectos directos están relacionados con las armas utilizadas en los combates, con la construcción de infraestructuras militares, con el ataque de los contras a proyectos ambientalistas y el asesinato y secuestro de trabajadores de estos proyectos. Los efectos indirectos incluyen desplazamientos de la población campesina y lo que es más importante, la desviación de recursos humanos y económicos de proyectos de desarrollo y de programas ecológicos hacia proyectos de defensa y los efectos del embargo comercial impuesto por los Estados Unidos.
Es imposible cuantificar el daño causado en el medio ambiente de Nicaragua por la guerra, porque no existe documentación adecuada sobre cuál era la situación antes de esa destrucción. Igualmente, es difícil analizar de una manera concreta los efectos destructivos, pues no es sencillo y es aún peligroso investigar en las áreas rurales más aisladas, que han sido el principal teatro de la guerra.
Armas convencionales como las granadas de mano proyectan charneles no sólo contra el enemigo sino contra todo lo que encuentran dentro de un radio de 200 metros. Los charneles enterrados en el tronco de un árbol destruirían los dientes de una motosierra, por eso los árboles charneleados dejan de tener valor comercial. Existen también combatientes irresponsables que emplean granadas para pescar en los ríos de las áreas rurales. Por supuesto, además de matar peces, las granadas destruyen todo el ambiente natural en el que viven y se crían esos peces. Las granadas también son usadas para cazar monos, iguanas, garrobos y otros animales, sin tener en cuenta el daño que esto causa al medio ambiente.
La construcción de infraestructura militar -plataformas para helicópteros, pequeñas pistas de aterrizaje y trincheras de comunicación y combate- exige talar zonas de bosques y remover indiscriminadamente las tierras, lo que aumenta las tasas de sedimentación durante la época lluviosa.
Pero son los ataques de los contrarrevolucionarios los que han causado daños más serios. En 1983, la contrarrevolución incendió una gran plantación de pinos en Silma Lila (Atlántico Norte) y destruyó más de 160 mil hectáreas de reforestación, una tercera parte del área protegida en esa zona. La quema de miles de semilleros y de árboles jóvenes impidió la regeneración natural del bosque. En este ataque, el Proyecto Forestal del Norte perdió 60 de sus 64 unidades móviles contra incendios y hubo que abandonar 10 de las 12 torres de observación, al ser destruido su equipo de comunicación. Después de este ataque, y con la pérdida del equipo para detección y combate contra incendios, los incendios forestales aumentaron en un 600%
Aunque en 1982 se decidió que el 18% del territorio nacional se reservara para parques, sólo una ínfima porción de este territorio ha podido estar bajo protección. Una de las más grandes áreas propuestas en BOSAWAS (río Bocay-Saslaya-río Waspuk), extensión de casi 1 millón de hectáreas, que se extiende desde la Región VI al Atlántico Norte y a la frontera con Honduras. El proyecto se inició en 1983 con financiamiento de Bulgaria, pero pronto tuvo que ser abandonado, cuando los contras atacaron uno de los puestos de operaciones y secuestraron a un biólogo que trabajaba allí.
Más de 30 empleados de IRENA y de la estatal Corporación Forestal del Pueblo, que trabajaban en proyectos similares, han sido asesinados y muchos más fueron secuestrados. Después de lo ocurrido en Bosawás, otros proyectos tuvieron que ser abandonados o nunca llegaron a iniciarse. El peligro al que estaba expuesto su personal era demasiado grande.
La guerra causó el desplazamiento de más de 250 mil campesinos. 25 mil de ellos fueron trasladados a nuevos asentamientos rurales, donde las tierras no eran siempre adecuadas para los cultivos a los que estaban acostumbrados o para alimentar a estas concentraciones humanas. Los desplazamientos campesinos provocaron presión sobre la tierra a la vez que sobre recursos naturales como la madera, necesaria para la construcción de miles de nuevas viviendas.
Por otra parte, alrededor de 225 mil campesinos que vivían en zonas de guerra emigraron a las ciudades, presionando sobre infraestructuras urbanas muy limitadas, que fueron construidas para poblaciones mucho más pequeñas. Puerto Cabeza, por ejemplo casi multiplicó por cinco su tamaño desde 1980. Actualmente, tiene la población que se le estimaba para el año 2000 y los problemas que están asociados con la urbanización acelerada y masiva, aunque en menor grado que los que hay en Managua. De igual manera, los desplazamientos campesinos han provocado descensos en la producción de granos básicos para el consumo interno.
Con la cercanía de la paz ha surgido una nueva preocupación ambiental: la reapertura y renovada expansión de la frontera agrícola. Por la gran importancia que tiene aumentar la producción y por los problemas de las ciudades superpobladas, el gobierno trata de estimular a los campesinos que emigraron a las áreas urbanas para que regresen al campo a trabajar la tierra. Pero regresar al campo que abandonaron significa a menudo volver a sembrar en suelos pobres, casi agotados, que les obligan periódicamente a deforestar y a quemar tierra nueva para poder continuar produciendo. Se les está alentando entonces a que el regreso sea hacia las cooperativas y asentamientos ya creados en las áreas rurales ya que los que están en ellos, en ellos permanezcan. Actualmente, el gobierno está creando en estos asentamientos una infraestructura más permanente y atractiva: árboles frutales, corrales para animales y viviendas estables.
El medio ambiente en Nicaragua se ha visto también indirectamente afectado por el bloqueo económico impuesto por el gobierno de los Estados Unidos. Nicaragua no recibe financiamiento de la oficina centroamericana de la AID para programas de capacitación, planificación e investigación sobre el medio ambiente, en los que participan el resto de los países centroamericanos y Panamá. Por otra parte, el embargo comercial ha impedido que Nicaragua obtenga repuestos para la maquinaria heredada que existe en el país o que pueda importar algunos plaguicidas menos peligrosos de los que utiliza en la actualidad.
Pero el mayor efecto indirecto de la guerra es, sin duda, la gran movilización de personas y recursos para la defensa del país. Estos gastos, generadores fundamentales de la crisis económica, dejan poco espacio para la innovación, la investigación o la experimentación, y mucho menos para la realización de nuevos programas ecológicos.
Al fallar a favor de Nicaragua, la Corte Internacional de Justicia de La Haya exigió al gobierno de Estados Unidos indemnizar a Nicaragua por los daños materiales que le ha causado con una guerra que el tribunal de la ONU declaró "ilegal'.
Entre 1980 y 1987, Nicaragua sufrió pérdidas por 279.7 millones de dólares a causa del embargo económico, 423 millones de dólares por falta de financiamiento internacional, más de mil millones de dólares en la producción, incluyendo la destrucción de maquinaria y equipo, y 29.3 millones de dólares por otros daños físicos, hasta un total de mil 800 millones de dólares en daños económicos directos. Esto no incluye a las más de 55 mil víctimas, tanto de civiles y miembros del ejército sandinista como de la contra.
Si se comparan estas cifras con lo que Nicaragua obtiene por concepto de sus exportaciones, los daños resultan aún más escandalosos. La Secretaría de Planificación y Presupuesto informó que la cifra preliminar del total de ingresos obtenidos en 1988 por exportaciones fue de 228 millones de dólares. La combinación de la guerra contrarrevolucionaria y la crisis económica internacional ha tenido un efecto devastador para la economía nicaragüense. En 1988, la tasa de inflación acumulada fue del 36 mil por ciento. Todos estos factores han obligado al gobierno sandinista a abandonar o a reducir muchos programas de carácter ambientalista: experimentos para el control de plagas, varios proyectos de repoblación y de protección forestal, investigación sobre fuentes alternativas de energía, y otros más. Si los Estados Unidos pagaran por todos los daños causados, proyectos de mayor escala, como sería la planta para el tratamiento de aguas residuales de Managua, serían posibles.
Es imposible cuantificar el daño causado en el medio ambiente de Nicaragua por la guerra, porque no existe documentación adecuada sobre cuál era la situación antes de esa destrucción. Igualmente, es difícil analizar de una manera concreta los efectos destructivos, pues no es sencillo y es aún peligroso investigar en las áreas rurales más aisladas, que han sido el principal teatro de la guerra.
Armas convencionales como las granadas de mano proyectan charneles no sólo contra el enemigo sino contra todo lo que encuentran dentro de un radio de 200 metros. Los charneles enterrados en el tronco de un árbol destruirían los dientes de una motosierra, por eso los árboles charneleados dejan de tener valor comercial. Existen también combatientes irresponsables que emplean granadas para pescar en los ríos de las áreas rurales. Por supuesto, además de matar peces, las granadas destruyen todo el ambiente natural en el que viven y se crían esos peces. Las granadas también son usadas para cazar monos, iguanas, garrobos y otros animales, sin tener en cuenta el daño que esto causa al medio ambiente.
La construcción de infraestructura militar -plataformas para helicópteros, pequeñas pistas de aterrizaje y trincheras de comunicación y combate- exige talar zonas de bosques y remover indiscriminadamente las tierras, lo que aumenta las tasas de sedimentación durante la época lluviosa.
Pero son los ataques de los contrarrevolucionarios los que han causado daños más serios. En 1983, la contrarrevolución incendió una gran plantación de pinos en Silma Lila (Atlántico Norte) y destruyó más de 160 mil hectáreas de reforestación, una tercera parte del área protegida en esa zona. La quema de miles de semilleros y de árboles jóvenes impidió la regeneración natural del bosque. En este ataque, el Proyecto Forestal del Norte perdió 60 de sus 64 unidades móviles contra incendios y hubo que abandonar 10 de las 12 torres de observación, al ser destruido su equipo de comunicación. Después de este ataque, y con la pérdida del equipo para detección y combate contra incendios, los incendios forestales aumentaron en un 600%
Aunque en 1982 se decidió que el 18% del territorio nacional se reservara para parques, sólo una ínfima porción de este territorio ha podido estar bajo protección. Una de las más grandes áreas propuestas en BOSAWAS (río Bocay-Saslaya-río Waspuk), extensión de casi 1 millón de hectáreas, que se extiende desde la Región VI al Atlántico Norte y a la frontera con Honduras. El proyecto se inició en 1983 con financiamiento de Bulgaria, pero pronto tuvo que ser abandonado, cuando los contras atacaron uno de los puestos de operaciones y secuestraron a un biólogo que trabajaba allí.
Más de 30 empleados de IRENA y de la estatal Corporación Forestal del Pueblo, que trabajaban en proyectos similares, han sido asesinados y muchos más fueron secuestrados. Después de lo ocurrido en Bosawás, otros proyectos tuvieron que ser abandonados o nunca llegaron a iniciarse. El peligro al que estaba expuesto su personal era demasiado grande.
La guerra causó el desplazamiento de más de 250 mil campesinos. 25 mil de ellos fueron trasladados a nuevos asentamientos rurales, donde las tierras no eran siempre adecuadas para los cultivos a los que estaban acostumbrados o para alimentar a estas concentraciones humanas. Los desplazamientos campesinos provocaron presión sobre la tierra a la vez que sobre recursos naturales como la madera, necesaria para la construcción de miles de nuevas viviendas.
Por otra parte, alrededor de 225 mil campesinos que vivían en zonas de guerra emigraron a las ciudades, presionando sobre infraestructuras urbanas muy limitadas, que fueron construidas para poblaciones mucho más pequeñas. Puerto Cabeza, por ejemplo casi multiplicó por cinco su tamaño desde 1980. Actualmente, tiene la población que se le estimaba para el año 2000 y los problemas que están asociados con la urbanización acelerada y masiva, aunque en menor grado que los que hay en Managua. De igual manera, los desplazamientos campesinos han provocado descensos en la producción de granos básicos para el consumo interno.
Con la cercanía de la paz ha surgido una nueva preocupación ambiental: la reapertura y renovada expansión de la frontera agrícola. Por la gran importancia que tiene aumentar la producción y por los problemas de las ciudades superpobladas, el gobierno trata de estimular a los campesinos que emigraron a las áreas urbanas para que regresen al campo a trabajar la tierra. Pero regresar al campo que abandonaron significa a menudo volver a sembrar en suelos pobres, casi agotados, que les obligan periódicamente a deforestar y a quemar tierra nueva para poder continuar produciendo. Se les está alentando entonces a que el regreso sea hacia las cooperativas y asentamientos ya creados en las áreas rurales ya que los que están en ellos, en ellos permanezcan. Actualmente, el gobierno está creando en estos asentamientos una infraestructura más permanente y atractiva: árboles frutales, corrales para animales y viviendas estables.
El medio ambiente en Nicaragua se ha visto también indirectamente afectado por el bloqueo económico impuesto por el gobierno de los Estados Unidos. Nicaragua no recibe financiamiento de la oficina centroamericana de la AID para programas de capacitación, planificación e investigación sobre el medio ambiente, en los que participan el resto de los países centroamericanos y Panamá. Por otra parte, el embargo comercial ha impedido que Nicaragua obtenga repuestos para la maquinaria heredada que existe en el país o que pueda importar algunos plaguicidas menos peligrosos de los que utiliza en la actualidad.
Pero el mayor efecto indirecto de la guerra es, sin duda, la gran movilización de personas y recursos para la defensa del país. Estos gastos, generadores fundamentales de la crisis económica, dejan poco espacio para la innovación, la investigación o la experimentación, y mucho menos para la realización de nuevos programas ecológicos.
Al fallar a favor de Nicaragua, la Corte Internacional de Justicia de La Haya exigió al gobierno de Estados Unidos indemnizar a Nicaragua por los daños materiales que le ha causado con una guerra que el tribunal de la ONU declaró "ilegal'.
Entre 1980 y 1987, Nicaragua sufrió pérdidas por 279.7 millones de dólares a causa del embargo económico, 423 millones de dólares por falta de financiamiento internacional, más de mil millones de dólares en la producción, incluyendo la destrucción de maquinaria y equipo, y 29.3 millones de dólares por otros daños físicos, hasta un total de mil 800 millones de dólares en daños económicos directos. Esto no incluye a las más de 55 mil víctimas, tanto de civiles y miembros del ejército sandinista como de la contra.
Si se comparan estas cifras con lo que Nicaragua obtiene por concepto de sus exportaciones, los daños resultan aún más escandalosos. La Secretaría de Planificación y Presupuesto informó que la cifra preliminar del total de ingresos obtenidos en 1988 por exportaciones fue de 228 millones de dólares. La combinación de la guerra contrarrevolucionaria y la crisis económica internacional ha tenido un efecto devastador para la economía nicaragüense. En 1988, la tasa de inflación acumulada fue del 36 mil por ciento. Todos estos factores han obligado al gobierno sandinista a abandonar o a reducir muchos programas de carácter ambientalista: experimentos para el control de plagas, varios proyectos de repoblación y de protección forestal, investigación sobre fuentes alternativas de energía, y otros más. Si los Estados Unidos pagaran por todos los daños causados, proyectos de mayor escala, como sería la planta para el tratamiento de aguas residuales de Managua, serían posibles.
La lucha ecológica en pobreza y sin recursos
La crisis económica ha obligado al gobierno a proseguir metas de desarrollo a corto plazo, retrasando para tiempos de paz investigaciones y experimentos con los que diseñar un modelo de desarrollo sostenible a largo plazo.
En 1988, al inicio de una drástica reducción el presupuesto estatal, IRENA despidió entre 500 y 600 empleados. Muchos otros pasaron a trabajar en otros proyectos o con el MIDINRA. En 1989 el Instituto sólo perdió unos 40 empleados, pero dejó de ser Instituto, pasando a ser un departamento del MIDINRA, que se llama DIRENA. Este departamento se ha visto obligado a efectuar un cambio en sus programas. Problemas como la contaminación del agua han tenido que ser dejados a un lado.
"Si no hubiesen tantos problemas urgentes y si tuviésemos los recursos, podríamos enfrentar la contaminación del agua, pero existen problemas nacionales con consecuencias nacionales que debemos priorizar", señalar Javier López Medina, sub-director de DIRENA. Uno de esos problemas es la erosión de la tierra, que amenaza la producción agrícola en todo el país. "Dada la situación -añade-, orientar nuestro trabajo hacia la planificación y la administración del sector agrícola y ganadero es lo más efectivo que podemos hacer".
DIRENA continuará trabajando en el sector forestal, porque éste genera ingresos. Los proyectos básicos incluyen la recolección de semillas para su preservación y venta en el extranjero y el estudio del potencial nacional de maderas preciosas, a las que tradicionalmente no se les ha dado un uso comercial.
El año pasado, la Asociación de Biólogos y Ecólogos de Nicaragua (ABEN) conformó el Movimiento Ambientalista Nicaragüense (MAN), con el objetivo de crear un movimiento ecológico con una amplia base popular. Es la única salida. Y la mejor. Con la drástica reducción de los recursos, el que la comunidad participe en crear su propio bienestar ecológico es lo que resultará más eficaz. Proyectos como el del Barrio Jonathan González en Managua y el de la Cordillera de Los Maribios son ejemplos del éxito de esta estrategia. También es importante demostrar al pueblo las ventajas económicas de las prácticas ecológicas. MAN comenzó un exitoso proyecto para la producción del café con métodos orgánicos, que ha despertado el interés de los cafetaleros de las regiones donde se produce el rojito.
La producción del café con estos métodos se vuelve más atractivamente cuando el alto precio que hoy tienen los plaguicidas los pone fuera del alcance de muchos pequeños productores. Según René Escoto, economista y miembro de MAN, "los precios exigen ahora una nueva racionalidad económica, alternativas ambientalistas menos costosas y una mayor eficiencia. Estos son los parámetros que deberán determinar el modelo de desarrollo que Nicaragua adoptará en el futuro".
El gobierno sandinista está comprometido en la búsqueda y promoción de prácticas ecológicas y promoción de prácticas ecológicas adecuadas, aunque como en todo el Tercer Mundo y también en el Primero persiste la fascinación por los proyectos a gran escala, que requieren grandes inversiones de capital y que no son necesariamente los más apropiados para las condiciones sociales, económicas y ecológicas de cualquier país.
El único beneficio que la situación económica ha tenido para el medio ambiente es que todos los proyectos con grandes inversiones de capital están congelados. Las razones de que lo estén son económicas, pero el concepto de un desarrollo sólido a nivel ecológico ha crecido con este cambio. En el mes de junio se celebró en Managua el Cuarto Congreso Bienal "Destino y Esperanza de la Tierra", conferencia internacional ambientalista que este año se celebró por primera vez en un país del Tercer Mundo. Durante el Congreso, los delegados abordaron muy variados temas: la crisis económica internacional, la guerra y sus consecuencias ecológicas, el desarrollo sostenible...
Los ambientalistas nicaragüenses están de acuerdo en que Nicaragua, como pocos países, cuenta con las condiciones políticas y sociales necesarias para llevar a cabo cambios fundamentales en la concepción del desarrollo, integrando aspectos ambientales y económicos que han sido descuidados en otros sistemas. En vez de dejarse desanimar por la crisis económica, los activistas del medio ambiente y DIRENA están aprovechando esta coyuntura para ampliar el debate ecológico desde las bases hasta la misma Presidencia, para incrementar la educación ambiental, para buscar más financiamiento del exterior y sobre todo, para promover soluciones que partan de la base y en ella se sostengan. Como sucede con los árboles, el movimiento ambientalista y la conciencia ecológica, nacen desde abajo.
En 1988, al inicio de una drástica reducción el presupuesto estatal, IRENA despidió entre 500 y 600 empleados. Muchos otros pasaron a trabajar en otros proyectos o con el MIDINRA. En 1989 el Instituto sólo perdió unos 40 empleados, pero dejó de ser Instituto, pasando a ser un departamento del MIDINRA, que se llama DIRENA. Este departamento se ha visto obligado a efectuar un cambio en sus programas. Problemas como la contaminación del agua han tenido que ser dejados a un lado.
"Si no hubiesen tantos problemas urgentes y si tuviésemos los recursos, podríamos enfrentar la contaminación del agua, pero existen problemas nacionales con consecuencias nacionales que debemos priorizar", señalar Javier López Medina, sub-director de DIRENA. Uno de esos problemas es la erosión de la tierra, que amenaza la producción agrícola en todo el país. "Dada la situación -añade-, orientar nuestro trabajo hacia la planificación y la administración del sector agrícola y ganadero es lo más efectivo que podemos hacer".
DIRENA continuará trabajando en el sector forestal, porque éste genera ingresos. Los proyectos básicos incluyen la recolección de semillas para su preservación y venta en el extranjero y el estudio del potencial nacional de maderas preciosas, a las que tradicionalmente no se les ha dado un uso comercial.
El año pasado, la Asociación de Biólogos y Ecólogos de Nicaragua (ABEN) conformó el Movimiento Ambientalista Nicaragüense (MAN), con el objetivo de crear un movimiento ecológico con una amplia base popular. Es la única salida. Y la mejor. Con la drástica reducción de los recursos, el que la comunidad participe en crear su propio bienestar ecológico es lo que resultará más eficaz. Proyectos como el del Barrio Jonathan González en Managua y el de la Cordillera de Los Maribios son ejemplos del éxito de esta estrategia. También es importante demostrar al pueblo las ventajas económicas de las prácticas ecológicas. MAN comenzó un exitoso proyecto para la producción del café con métodos orgánicos, que ha despertado el interés de los cafetaleros de las regiones donde se produce el rojito.
La producción del café con estos métodos se vuelve más atractivamente cuando el alto precio que hoy tienen los plaguicidas los pone fuera del alcance de muchos pequeños productores. Según René Escoto, economista y miembro de MAN, "los precios exigen ahora una nueva racionalidad económica, alternativas ambientalistas menos costosas y una mayor eficiencia. Estos son los parámetros que deberán determinar el modelo de desarrollo que Nicaragua adoptará en el futuro".
El gobierno sandinista está comprometido en la búsqueda y promoción de prácticas ecológicas y promoción de prácticas ecológicas adecuadas, aunque como en todo el Tercer Mundo y también en el Primero persiste la fascinación por los proyectos a gran escala, que requieren grandes inversiones de capital y que no son necesariamente los más apropiados para las condiciones sociales, económicas y ecológicas de cualquier país.
El único beneficio que la situación económica ha tenido para el medio ambiente es que todos los proyectos con grandes inversiones de capital están congelados. Las razones de que lo estén son económicas, pero el concepto de un desarrollo sólido a nivel ecológico ha crecido con este cambio. En el mes de junio se celebró en Managua el Cuarto Congreso Bienal "Destino y Esperanza de la Tierra", conferencia internacional ambientalista que este año se celebró por primera vez en un país del Tercer Mundo. Durante el Congreso, los delegados abordaron muy variados temas: la crisis económica internacional, la guerra y sus consecuencias ecológicas, el desarrollo sostenible...
Los ambientalistas nicaragüenses están de acuerdo en que Nicaragua, como pocos países, cuenta con las condiciones políticas y sociales necesarias para llevar a cabo cambios fundamentales en la concepción del desarrollo, integrando aspectos ambientales y económicos que han sido descuidados en otros sistemas. En vez de dejarse desanimar por la crisis económica, los activistas del medio ambiente y DIRENA están aprovechando esta coyuntura para ampliar el debate ecológico desde las bases hasta la misma Presidencia, para incrementar la educación ambiental, para buscar más financiamiento del exterior y sobre todo, para promover soluciones que partan de la base y en ella se sostengan. Como sucede con los árboles, el movimiento ambientalista y la conciencia ecológica, nacen desde abajo.
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